La belleza de las crisis

María Bolaños

La idea histórica de crisis es, en sí misma, estimulante. Nos recuerda lo que la vida tiene de ruptura, de sobresaltos cruciales. En las crisis los hombres se quedan sin convicciones, es decir, sin mundo. Las ideas adquiridas se desprecian por inservibles y en su lugar subsisten incógnitas, sombras que desorientan. En un momento de suspense entre un tiempo extinguido y otro próximo, que traerá nuevas exigencias, apenas intuidas, sólo inconcretas. Se presiente que todo va cambiar decisivamente. A veces, se cierne sobre ese momento crítico la violencia de un desastre. Las cosas toman un curso incierto: no se sabe qué hacer porque no se sabe qué pensar. La vida como crisis, dice Ortega, es estar el hombre en convicciones negativas (Ortega y Gasset, 1982: 88 y ss). Todo es vita minima. Todo es no.

Pero en medio de esa circunstancia, al cabo de un tiempo, fermentan algunos síes, una fe confusa, entusiasmos inestables. Porque, en la naturaleza misma de la crisis, está el instinto de responder, de recuperar la confianza y volver, en fin, a la normalidad. Y ese paso sólo puede darse si se afronta con esfuerzo e invención. La crisis, sin dejar de ser un problema, reclama creatividad. Quizá por eso, la dimensión de la vida que primero encuentra estabilidad en medio de una crisis es precisamente el arte. Es lo que sucedió, por ejemplo, en el Renacimiento.

Visto desde esta óptica, podría decirse —como de casi todas las cosas humanas—, que el museo es una institución «constitutivamente crítica», destinada a vivir en una inseguridad permanente. Nunca las tiene todas consigo. Sus crisis no son sucesos episódicos que lleguen y se vayan, alterando la calma de su vida cotidiana: están en «su naturaleza». Desde que fueron fundados, apenas ha habido generación que no haya sospechado de su legitimidad; que no haya pensado que los museos de su tiempo atravesaban un conflicto. Con independencia de la intensidad del trance y de sus causas, de los distintos períodos, de la variedad de contextos, de las historias particulares de cada institución, de la diferencia de intenciones, de las rarezas de cada caso, la palabra crisis ha acompañado las reflexiones teóricas, pocas, y las polémicas, abundantes.

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