María Bolaños
Un día de 1910, siendo Picasso un joven pintor desconocido, comentó entre amigos su propósito de visitar una exposición del Museo de Arte Moderno. «Ningún museo puede ser moderno», le objetó la escritora americana Gertrude Stein, presente en la conversación. Con su decepcionante e irónica frase, quería significar no sólo una evidencia del momento —que los museos de comienzos de siglo no parecían dispuestos a exponer el arte de la vanguardia—, sino una contradicción insoluble: la imposibilidad de la noción misma de ‘museo de arte contemporáneo’. Pues, si la lógica del museo le obliga a ser un depósito de la memoria, ¿cómo puede a la vez aprobar y cobijar, pensaba Gertrude Stein, al arte de la actualidad más reciente, más inmediata y quizá, más perecedera?